Ryder Cup 2014

Retazos de Ryder

Juan José Nieto | 22 de septiembre de 2014

“Todos los hombres mueren, pero no todos los hombres viven”. Con esta frase firmaba José María Olazábal el epílogo de la Ryder Cup 2012, la edición más emocionante que se recuerda, la primera que no pudo vivir, ni siquiera por televisión, Severiano Ballesteros. Han pasado dos años desde aquella milagrosa tarde en Medinah y quien más quien menos sueña con revivir este próximo fin de semana aquellas sensaciones. No será fácil. Aquel domingo se produjo no sólo la mayor remontada de un equipo visitante, sino una sucesión tan improbable de putts y chips embocados que nos hizo creer que la mano de Severiano salía del hoyo para recoger las bolas europeas.

Tiene la Ryder, este encuentro bienal entre los mejores golfistas europeos y estadounidenses, el don de hacer permanecer en la memoria, a modo de fotogramas, momentos imperecederos e imprescindibles de la historia del deporte. Si uniéramos uno a uno cada pedazo de celuloide y construyéramos un único rollo tendríamos una película digna de presentar en cualquier certamen cinematográfico, un carrusel de imágenes repletas de suspense, tensión, muestras de camaradería y llantos de tristeza o alegría dentro de un campo de golf. Recordemos alguno de esos pasajes que no podrían faltar.

La Concesión, 1969


Por entonces la Ryder era coto privado de estadounidenses y británicos (e irlandeses) y la tónica general pasaba por victorias aplastantes de los norteamericanos. Sin embargo, en aquella edición de Royal Birkdale todo se decidió en el último hoyo y entre las estrellas de uno y otro combinado. Jack Nicklaus embocó un putt de poco más de un metro para par y concedió el de Tony Jacklin, algo más corto, para firmar un empate en el hoyo, en el partido y en la Ryder Cup. El golf hizo gala entonces, más que nunca, de su etiqueta de caballeroso y Nicklaus, el Oso Dorado, se ganó para siempre el respeto que aún le debemos y prestamos todos los aficionados.

El baile, 1987

El baile de Olazábal en Muirfield
La alegría de José María Olazábal en el green del hoyo 18 de Muirfield Village plasmada en un heterodoxo baile simbolizó el primer triunfo europeo en suelo estadounidense. Tony Jacklin capitaneó aquel envite, pero fue la pareja integrada por el “bailarín” de Hondarribia y el mago de Pedreña, Severiano Ballesteros, la que infundió la autoestima necesaria entre las tropas del viejo continente. Ganar era posible. También en América.

“Parecía recto”, 1991


La Ryder Cup de Kiawah, en Carolina del Sur, se convirtió en una dura batalla jugada a “cara de perro”. Lejos quedaron la nobleza y elegancia de otra época. Europa presentaba la copa y Estados Unidos llevaba ya ocho años sin ganarla. Ballesteros se las vio con Azinger y Stockton, capitán estadounidense, se aseguró medio punto el último día al alinear a un Jerry Pate lesionado. Montgomerie, por su parte, rescató medio punto decisivo ante Calcavecchia tras ir perdiendo por cuatro hoyos con cuatro a jugar. Sin embargo, la Ryder de 1991 será recordada por el putt de algo menos de dos metros que falló Bernhard Langer y que hubiera firmado el 14 a 14 y, con ello, el que Europa retuviera el trofeo. Langer e Irwin tenían un approach parecido desde el borde del green. Irwin se pasó más de dos metros y falló por lo que todo se reducía a lo que pudiera hacer el alemán. Langer lo vio recto, lo tiró recto, pero la bola empezó a dibujar una leve curva hacia la derecha que la desvió del hoyo. Estados Unidos volvía a ganar la copa.

El abrazo, 1995


Europa acudía como víctima propiciatoria al encuentro de 1995. Con Olazábal lesionado y Severiano en la cuesta abajo de su carrera a causa de las dolencias de espalda, todo parecía diseñado para un festín norteamericano en Oak Hill. Los pronósticos se cumplían al atardecer del sábado. Estados Unidos ganaba 9 a 7 y todos sabían de su superioridad en los individuales. Fue aquella la Ryder de los “desconocidos” (Philip Walton, David Gilford,…), de nombres que apenas se recuerdan pero que lograron hacer posible una suma que nadie concebía al despertar de un 24 de septiembre en el que Faldo, el hierático y metódico golfista británico, terminó llorando como un niño entre los brazos de un Severiano que no se cansaba de repetirle con su particular acento cántabro “You are a true champion”. Su approach y putt para par en el monstruoso hoyo 18 de Oak Hill le permitió vencer a Curtis Strange y firmar el punto definitivo para Europa.

La invasión, 1999

La invasión de Brookline
Después de vencer por la mínima en la Ryder “española”, una edición en la que al agua no quiso respetar el regalo que la PGA de Europa le había hecho a nuestro país para honrar la figura de Severiano, todo indicaba que Europa repetiría título al afrontar con una amplia ventaja la jornada de individuales. Ben Crenshaw tenía un pálpito y los americanos, vestidos con pésimo gusto pero infundidos de una energía extraordinaria, le dieron la vuelta a los partidos completando la remontada con un putt de unos quince metros embocado por Justin Leonard ante las narices de un José María Olazábal que luchaba por mantener con vida a su equipo. La invasión fue desafortunada. Olazábal aún podía empatar el hoyo y luchar por medio punto en el encuentro. La Ryder no estaba ganada, pero el puñal ya había sido clavado.

El sucesor, 2012


El siglo XXI ha venido marcado por el dominio europeo. Si en 2002, otro secundario de lujo, Paul McGinley firmaba el triunfo con un extraordinario putt, 2004 y 2006 representaron registros históricos a favor de los europeos. Estados Unidos se repuso en 2008 gracias al feroz liderazgo de un Paul Azinger enamorado de la competición y dispuesto a hacer lo que fuese necesario para evitar una nueva derrota. McDowell se erigió en héroe en 2010 y en 2012, un golfista inglés, en una tarde de sábado que bien pudo terminar con 12 a 4 para los estadounidenses, embocó cinco birdies consecutivos en el encuentro de fourball para mantenernos con aliento, emocionarnos y dibujar un domingo que terminó siendo perfecto. Su nombre, Ian Poulter. Y ante él una nueva oportunidad para seguir jugando un papel determinante. El que tuvo y sigue teniendo Seve en nuestros corazones.

La Ryder de Gleneagles nos dejará, a buen seguro, nuevos momentos imborrables. Abran los ojos y permanezcan atentos. Será una dura pero leal batalla. Será el golf desdibujando fronteras y expresándose, a través de imágenes, en el idioma común de los sentimientos.

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