The Master by Decathlon

Lo que queda de Mackenzie

José Ramón Rodríguez | 04 de abril de 2011

Vista del green del 16 de Augusta National previa a la reforma de Trent Jones

Es ley de vida que un campo de golf sufra cambios para enfrentarse con éxito a los retos que impone el golf moderno, a causa de la excelente preparación atlética de los jugadores, las novedades en los sistemas de entrenamiento físico, técnico y mental y la revolución en el material, cuyas prestaciones mejoran sin cesar. Se ha dicho, con razón, que Augusta National es el campo de su clase que más ha cambiado a lo largo de los años. Sin embargo, Augusta National permaneció estable y sin grandes cambios durante los primeros 20 años de su historia porque Bobby Jones actuaba de guarda custodio de su esencia y principios.

Por desgracia, a Jones se le diagnosticó en 1948 una siringomielia, una enfermedad neurológica degenerativa que le obligó en los primeros años a alejarse tanto del juego como de la dirección de Augusta National y que acabaría por llevarle a una silla de ruedas. Ese alejamiento abrió la puerta a la llegada de grandes reformas. El campo actual es el resultado del trabajo, no siempre bien inspirado, de Perry Maxwell, George Cobb, Trent Jones Sr, Joe Finger, George Fazio y Tom Fazio, responsable este último de los cambios a partir de 2002. Además jugadores como Nicklaus, Horton Smith, Ben Hogan y Byron Nelson aportaron ideas que fueron adoptadas en sucesivas reformas.

No pretende ser este artículo un relato pormenorizado y exhaustivo de los cambios de Augusta National (para ello recomiendo visitar la magnífica revisión de este tema publicada por Golf Digest en su web hace unas semanas) sino que buscamos analizar esos cambios a la luz de las ideas de los diseñadores originales.

Panorámica de la casa club de Augusta con los greenes del 18 y el 9 al frente (hacia 1940)

Panorámica de la casa club de Augusta con los greenes del 18 y el 9 al frente (hacia 1940)

Routing

Bobby Jones y Alister Mackenzie se enfrentaron por primera vez a lo que sería Augusta National el 14 de julio de 1931, cuando recorrieron juntos el vivero de los Berckmans. De aquel paseo salió un primer planteamiento del futuro campo que se desvió muy poco de lo que acabaría por construirse. El único gran cambio fue de tipo organizativo, todo lo demás se construyó como se había planeado en ese paseo y en los dos o tres días siguientes de trabajo.

El campo se inauguró el 13 de enero de 1933 con el routing invertido. A pesar de que los primeros borradores mostraban un routing como el que conocemos hoy día, en algún momento del proceso de diseño Jones y Mackenzie decidieron que tenía sentido invertirlo, de forma que los actuales 9 segundos hoyos pasaron a ser los primeros de la vuelta. Así se jugó el primer Masters en 1934, pero durante ese torneo se dieron cuenta de que ese routing ofrecía problemas. Los entonces primeros hoyos (los actuales 10, 11 y 12) ocupaban zonas bajas que permanecían en la umbría y no recibían sol suficiente a primeras horas de la mañana para fundir el rocío y la escarcha nocturna. Ese y no otro fue el motivo para que a partir de 1935 se recuperara el routing original y el que conocemos en la actualidad.

Primer plano esbozado por Alister Mackenzie en 1931 al terminar su paseo con Jones

Primer plano esbozado por Alister Mackenzie en 1931 al terminar su paseo con Jones

Bunkers

Mackenzie sostenía que bastaban un par de bunkers por hoyo para hacerlo interesante. Augusta National contaba con 36 bunkers en los primeros proyectos, pero durante la construcción Mackenzie logró convencer a Jones para disminuir su número a 22. Además, uno de los objetivos de Mackenzie era lograr que los distintos elementos de un campo de golf se integraran de forma armoniosa en el paisaje para que no destacaran y tuvieran una apariencia natural. Buena parte de culpa de tal planteamiento lo tenía su servicio en el ejército británico durante la Segunda Guerra de los Boers, en la que realizó estudios sobre el camuflaje. De acuerdo con esas premisas, los bunkers originales tenían formas irregulares y apenas destacaban al mimetizarse con el campo.

El búnker de MacKenzie

El búnker de MacKenzie

En 1933 los hoyos 7, 11, 15 y 17 se jugaban sin bunkers. Los montículos de alrededor de green y la propia forma y el moldeo de esos greenes se juzgaban suficiente defensa. Hoy día todos esos hoyos cuentan con bunkers y solo el 14 se juega sin trampas de arena. Después de numerosas reformas Augusta National cuenta en la actualidad con unos 47 bunkers y solo queda uno de los originales, el que está en la calle del hoyo 10 a unos 60 m de green, claramente distinguible del resto por su forma irregular, y que recibe el nombre de bunker de Mackenzie. Comparados con él, el resto de bunkers de Augusta National se caracterizan por sus bordes netos y formas simples, resaltando como balizas en el paisaje por el color blanco del feldespato que los rellena. La belleza paisajística de los bunkers de Augusta es innegable, tanto como su aspecto artificial, muy alejado de las ideas de los diseñadores.

Seve y los greenes de Augusta

El trabajo de diseño de Alister Mackenzie se basaba en el principio de “menos es más”, según el cual había que tratar de aprovechar al máximo las condiciones del terreno para construir el campo, reduciendo al mínimo imprescindible el movimiento de tierras. Por ello se podría decir que más que construir un campo, lo que hicieron Jones y Mackenzie fue extraerlo del vivero de los Berckmans. Esas ideas tenían como consecuencia inmediata unos greenes de formas irregulares, a veces caprichosas, con acusadas ondulaciones propias y rodeados de montículos que actuaban a modo de obstáculos naturales. Esa configuración de los complejos de green evitaba la necesidad de plagar los alrededores de bunkers o de obstáculos de agua e invitaba a jugar por abajo.

Las sucesivas modificaciones introducidas en el campo han modificado la forma de todos los greenes y el cambio de hierba en los 80 obligó a suavizar las pendientes de manera que no queda ninguno de los greenes originales de Mackenzie y Jones. El caso más desafortunado fue la reforma del green del 8 llevada a cabo en 1957 por George Cobb por encargo de Clifford Roberts. Originalmente el green de 8 tenía una forma oblonga con tres senos y estaba rodeado de montículos de tres a cuatro metros de alto (lo que le valió el sobrenombre de Jane Russell) y cuya inspiración había sido el 17 de Muirfield. Cobb simplificó la foma del green y alisó todos los montículos. Bobby Jones montó en cólera por el resultado, que había dejado un green con la apariencia de dos ridículas tortitas pegadas y acusó a Roberts de estar destrozando el campo con esas reformas. Tal fue su reacción que en el Masters del 57 se puso un cartel que tranquilizaba a los parroquianos diciendo que los cambios eran solo temporales. Aunque se modificó de nuevo el green el año siguiente, hubo que esperar hasta 1979 para que recuperara, si no su aspecto, al menos si sus condiciones originales, bajo la dirección de Byron Nelson.

El hoyo 8 en 1934 y 1957 (Chris O'Riley/Golf Digest)

El hoyo 8 en 1934 y 1957 (Chris O'Riley/Golf Digest)

Originalmente los greenes de Augusta National eran de Bermuda de hoja ancha, una hierba adaptada al calor propio de los meses de verano de Georgia. En los años setenta se resembraron con Bermuda de hoja estrecha cuya densidad había dado como resultado unos greenes lentos para los estándares de Augusta National, y en los que el efecto del “pelo” de la hierba (la distinta velocidad según se juegue a favor o en contra de la disposición de las hojas de la hierba) era muy acusado. Buscando una mayor velocidad y sobre todo menos influencia del pelo en el putt, los rectores de Augusta National, bajo la presidencia de Hord Hardin, decidieron experimentar con greenes de Bentgrass, una hierba propia de climas fríos y de hoja más fina que prometía los efectos deseados. Para comprobar su comportamiento plantaron todos los greenes del campo de pares 3 con Bentgrass en 1978.

La decisión de cambiar también los greenes del campo grande se tomó tras el Masters de 1980. Severiano Ballesteros había ganado esa edición convirtiéndose en el campeón más joven del Masters, que suponía su segundo Grande consecutivo tras ganar el Open el año previo y no participar en el PGA. Seve ganaba el Masters con 13 bajo par, el cuarto resultado más bajo de la historia hasta ese momento y además era el primer europeo en conseguir la Chaqueta Verde, rompiendo una racha de más de cuarenta años de victorias americanas tan solo violentada por el sudafricano Gary Player, un anglosajón al fin y al cabo. Son muchos los que interpretan la decisión de cambiar la hierba de Augusta como una respuesta a la amenaza que suponía la figura emergente de Severiano Ballesteros.

El resultado de la mezcla de las pendientes de los greenes de Augusta con la Bentgrass fue explosivo. La bola adquiría una velocidad inverosímil que limitaba enormemente las posiciones de bandera y convertía los greenes en casi impracticables. Como consecuencia se revisaron todos los greenes, suavizando su moldeo para adaptarse a las nuevas circunstancias. Fue el primer cambio de Augusta National que despertó severas y unánimes críticas entre jugadores y periodistas.

Si lo que se pretendía con el cambio era proteger Augusta National de la invasión bárbara, no se consiguió. Desde 1980 hasta hoy el número torneos ganados entre jugadores americanos y no americanos se reparte al 50%. Para los que gustan de las anécdotas: solo ha habido tres jugadores capaces de ganar el Masters con greenes de Bermuda y de Bentgrass, Jack Nicklaus, Tom Watson y Seve.

El efecto Tiger

Tiger ganaba su primer Grande menos de un año después de iniciar su carrera profesional. En la primavera de 1997 pasaba como un ciclón por Augusta National convirtiéndose en el ganador más joven de la Chaqueta Verde, rebajaba el récord de golpes del torneo y establecía un récord de diferencia con el segundo clasificado. Tras dos años reconstruyendo su swing, en el US Open del año 2000 iniciaba el Tiger Slam que culminaría en el Masters de 2001 con uno de los resultados más bajos de la historia. Si puede discutirse la importancia de la influencia de la victoria de Seve en el cambio de Bermuda a Bentgrass, resulta evidente que la llegada de Tiger al mundo profesional precipitó una nueva ola de cambios en Augusta National.

Augusta National se mostró en el Masters de 1999 como nunca antes en sesenta años de historia y sin previo aviso. Así como los rectores de Augusta National habían hecho público que se habían plantado árboles en los hoyos 15 y 17, ocultaron que se había dejado crecer una franja de Ryegrass a los lados de las calles hasta una altura de 3,5 cm que estrechaba considerablemente las zonas segadas a ras y castigaba con un “flyer lie” que dificultara los tiros a green de aquellos que no fueran capaces de dejar la bola en la calle. Contra lo que pueda parecer, Augusta National sigue siendo un campo sin rough. Esa franja de Ryegrass no es rough para los rectores de Augusta National sino un “segundo corte”, y así se explicita oficialmente.

La aparición del “segundo corte” en Augusta despertó aceradas críticas. Para muchos el “segundo corte” lejos de hacer el campo más difícil lo simplificó porque impedía que la bola rodara hasta los árboles desde donde la recuperación podía ser mucho más difícil. Fuzzy Zoeller declaró que el “segundo corte” ayudaba a que la bola se aguantara en los alrededores de green, cuando antes tendía a rodar alejándose del green. Tiger fue demoledor al declarar que el campo sería más duro y que supondría una prueba más interesante sin “segundo corte”.

Al estrechamiento de las calles de Augusta National ha contribuido también la política de arbolado que comenzó a finales de los años noventa. Para Hootie Johnson, presidente a la sazón: “La adición de árboles continúa nuestro viejo énfasis en la precisión desde el tee”. El abundante arbolado ha convertido muchos tees de Augusta National en verdaderos embudos que encorsetan al jugador.

El hoyo 11 en 1934 y 2011 (Chris O'Riley/Golf Digest)

El hoyo 11 en 1934 y 2011 (Chris O'Riley/Golf Digest)

Mackenzie contaba en su libro “The Spirit of St Andrews” cómo en un fourball en el que participaba en el Old Course St Andrews, los cuatro jugadores eligieron rutas distintas hasta el green del 16 según sus capacidades, ímpetu y preferencias, cada una con sus ventajas e inconvenientes. Mackenzie comentaba con admiración que muy pocos hoyos en todo el mundo permitían, como el 16 del Old Course, tal variedad de opciones. Esa era la idea que tenían cuando diseñaron las calles amplias de Augusta, que los jugadores pudieran elegir la forma de jugar un hoyo en función de su habilidad, sus preferencias y la posición de bandera. Clifford Roberts, presidente de Augusta National durante largo tiempo y uno de sus fundadores, hacía hincapié en la libertad que tenían los jugadores para elegir la zona de la calle a la que jugar. Decía que había hoyos que invitaban a jugar un draw o un hook, y otros que sugerían un fade, pero en ningún caso era necesario para obtener un buen resultado. Ben Crenshaw abundaba en esta cuestión cuando declaraba: “Ahora estás en el tee y no ves opciones. Hay que pensar menos. Si se quiere potenciar el juego estratégico la amplitud es necesaria”. Esa, y no la mayor o menor dificultad que puede suponer, es la verdadera trascendencia de la aparición del “segundo corte” y de las hileras de árboles.

Desde sus inicios Augusta National fue un campo largo con 6.700 yardas de longitud (unos 6.100 metros). El propio Mackenzie en un texto que escribió para la inauguración del campo reconocía este hecho, pero se escudaba en que era muy agradable de recorrer y en que apenas se perdía tiempo buscando bolas (algo de lo que abominaba), por lo que el jugador no llegaba a ser consciente de la longitud. En los setenta años que separan 1933 y 2002 el campo creció poco más de 300 yardas. Desde entonces, desde el Tiger Slam, hasta hoy ha aumentado en 400 yardas. Las 7.435 yardas del Augusta de hoy volvió a concitar numerosas críticas desde variados sectores. Hootie Johnson defendía estos cambios aduciendo que querían que los jugadores de hoy se enfrentaran con los mismos segundos tiros con los que se encontraban en los años cincuenta y sesenta Arnold Palmer, Jack Nicklaus, Ben Hogan o Sam Snead. Sin embargo, si bien la distancia del segundo tiro sí puede ser similar en algunos casos, no se puede ignorar el hecho de que los greenes de hoy tienen poco que ver con los de pasadas décadas, y por tanto la experiencia de juego jamás podrá ser la misma.

El hoyo 7 en 1934 y 2011 (Chris O'Riley/Golf Digest)

El hoyo 7 en 1934 y 2011 (Chris O'Riley/Golf Digest)

La impresión generalizada es que el aumento de distancia de Augusta National solo ha conseguido eliminar de la carrera por la chaqueta verde a un buen puñado de jugadores de primer nivel pero sin la potencia que requiere un campo de estas dimensiones. Hoy día solo hay un hoyo que se juega más corto que en 1933: el hoyo 6 era un par tres de 185 yardas que creció 5 hasta los primeros años del siglo XXI para acortarse 10, quedando en las actuales 180 yardas. Además el hoyo 4, a pesar de haberse alargado hasta las 240 yardas, sigue usando al menos una vez durante los cuatro días del Masters el antiguo tee original de 190 yardas que se usó en el primer Masters.

El hoyo 7 de Augusta National es el epítome de la evolución del campo desde su inauguración hasta la actualidad. Comenzó siendo un hoyo de 340 yardas, amplio, pensado para jugarse como drive y pitch a un green de forma caprichosa y sin bunkers que ofrecía al jugador diversos planteamientos. Con el paso de los años el green pasó a tener una forma convencional y a rodearse de bunkers, se alargó hasta unos absurdos 450 m y se estrechó de manera inverosímil la calle. Con esas modificaciones el hoyo perdió todo interés estratégico dejando al jugador sin más opción que pegarle fuerte y recto.

El hoyo 16

El actual hoyo 16 es de las pocas modificaciones que verdaderamente han enriquecido Augusta National. Bobby Jones siempre quiso incluir en el diseño de Augusta National un hoyo que se jugara enteramente sobre el agua, pero se encontró con la oposición de Mackenzie y su conocida filosofía de “menos es más”: si no había ningún lago en el vivero de los Berckmans no había porqué crearlo. El resultado fue un hoyo 16 que era casi un clon del celebérrimo hoyo 12 por distancia y configuración. En 1947 Jones recuperó su intención inicial y comentó sus ideas a Robert Trent Jones Sr., quien se encargó de llevarlas a cabo. Alargó el hoyo 45 yardas, desplazó el tee ligeramente a la izquierda y movió el green a la derecha del arroyo tributario del Rae’s Creek que originalmente recorría el frente del green, que además transformó en un estanque, dando como resultado el actual hoyo 16, uno de los iconos de Augusta National y ejemplo de primer nivel de un hoyo riesgo- recompensa.

El hoyo 16 en 1934 y 2011 (Chris O'Riley/Golf Digest)

El hoyo 16 en 1934 y 2011 (Chris O'Riley/Golf Digest)

Lo que queda de Mackenzie

Mackenzie y Jones construyeron Augusta National tomando como inspiración el Old Course de St Andrews. Hicieron un campo amplio, sin rough, en el que las ondulaciones de las calles y los greenes jugaban un papel importante a la hora de ejecutar el golpe y que ofrecía distintas alternativas en cada hoyo. Pretendían hacer un campo en el que el segundo golpe pudiera ser lo más variado posible, para poder jugarlo por arriba o, mejor aún y preferentemente, por abajo como en los links. Mackenzie no era ajeno a la amenaza que suponía la tecnología al diseño de campos, de ahí que se potenciara el juego por abajo, porque es menos dependiente de los avances en el material que el juego aéreo y porque muestra mejor la imaginación y la capacidad del jugador. Como prueba de ello citaba lo bien que había soportado el Old Course la transición de la bola featherie a la de gutapercha primero y a la Haskell después.

Sin embargo esos planteamientos, que suponen la esencia de la Escuela Estratégica de diseño que dominó y definió la Época Dorada del Diseño, requerían amplitud, una amplitud que se ha visto limitada por la aparición del “segundo corte” y la política de arbolado. A este respecto hace al caso citar un addendum que escribió Mackenzie a sus 13 Reglas de Diseño:

“Muchos comités de mantenimiento arruinan el trabajo del diseñador plantando árboles como hileras de soldados a lo largo del límite de las calles. Por el contrario, los grupos de árboles plantados de forma irregular crean un golf mucho más fascinante y dan a los jugadores más oportunidades de desarrollar sus habilidades”

Mackenzie y Jones, en su histórico paseo de 1931

Mackenzie y Jones, en su histórico paseo de 1931

Los campos estrechos, con diseños geométricos y obstáculos a los lados de las calles con la única intención de penalizar al jugador errático, eran propios de los campos previos a la llegada de Mackenzie, Ross, Tillinghast, Colt o Braid, una filosofía contra la que se revelaron todos ellos creando la nueva escuela de diseño que recuperaba los valores tradicionales de los links primigenios. Esas ideas penalizadoras persisten en muchos campos hoy en día y es el elemento que define el US Open, pero nunca formó parte de la filosofía de Alister Mackenzie. El Masters de 2007 fue una buena prueba de la capacidad penalizadora del nuevo Augusta National y fue el punto en que más se alejó de las ideas bajo las que había sido concebido. Si la intención de Jones y Mackenzie era que el jugador desplegara un juego brillante e imaginativo, ese año se vio un juego conservador, tenso y defensivo, propio del US Open pero no del Masters.

Resulta curioso comprobar como el Masters y su repercusión mediática han acabado todo lo que Mackenzie había puesto en Augusta National. Eso no quiere decir que Augusta National sea un campo ramplón, que no se requiera un talento excepcional para ganar el Masters o que el campo no necesitara reformas para adaptarse a los nuevos tiempos. Al contrario, Augusta National sigue siendo uno de los cinco mejores campos del mundo, pero ha perdido toda la esencia, el espíritu y las intenciones de Mackenzie. Otros campos como Cypress Point o Valley Club of Montecito han sabido conservar mejor el buen hacer del doctor a lo largo de los años. Por desgracia de Mackenzie solo queda en Augusta National el routing y un bunker desprovisto hoy de sentido.

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