Un driver sin cabeza y la taquilla de un vestuario destrozada. Es el bagaje que dejó Henrik Stenson tras finalizar trigésimo tercero en el BMW Championship el pasado lunes. “Siempre he sido algo impulsivo y no tuve la oportunidad de descansar”, explicó el sueco. “Estaba deseando que llegara el lunes, estar en casa y tirarme en el sofá, con los niños en el colegio. Terminé jugando de nuevo al golf. Estaba agotado y me exigí más de la cuenta”. La rabia no suele ser una buena acompañante para la última jornada de un campeonato: desestabiliza al jugador y envía la bola a lugares inesperados. Pero cuando ese hombre ha tenido estos resultados a lo largo de la temporada, puede ocurrir todo lo contrario:
Shell Houston Open: segundo
The Players Championship: quinto
The Open Championship: segundo
Bridgestone Invitational: segundo
PGA Championship: tercero
Deutsche Bank Championship: primero
Stenson solo ha fallado un par de cortes a lo largo de 2013 y ha conseguido su primera victoria en el PGA Tour desde aquel The Players de 2009, tras el que situó en las primeras posiciones del Ranking Mundial. El método es bien conocido: potencia, precisión, agresividad; cuando está en buena forma, es muy difícil imaginarle lejos del agujero. Ayer, en la primera jornada del Tour Championship, transformó la rabia del lunes en su viejo swing contundente y certero. En siete hoyos marchaba menos cinco. Al finalizar el día, jugando junto a Tiger Woods, firmó 64 (menos seis). “Solo tenía que darme cuenta de que el mundo era de nuevo un buen lugar”, declaró.
Sus primeros 18 hoyos en el East Lake Country Club estuvieron acompañados de una sensación que siempre desemboca en buenos resultados: la seguridad. “Sabía que debía llegar tranquilo a este torneo”, continuó. “Como os daríais cuenta, el lunes no lo estaba cuando terminé en Chicago, por lo que ha sido un buen cambio. Mantuve mi cabeza baja, tanto yo mismo como la del driver, y jugué una gran vuelta de golf”. Ahora es el líder del torneo, no un jugador frustrado que parte sus palos en plena competición.
Un impacto le separa de alguien que también atraviesa un gran estado de forma pero que, sobre todo, ha elevado su juego hasta niveles inexplorados. Se trata de Adam Scott, el hombre de la chaqueta verde, vencedor en The Barclays, número tres de la FedEx Cup. No se puede decir solo que esté pasando por un gran momento, ya que su victoria en Augusta aconteció en abril y, bien entrados en septiembre, el australiano sigue contando con las mismas armas, igual de afiladas. No estamos ante una candidatura pasajera a lo más alto. Scott es ahora el jugador que quería ser cuando pegó sus primeros golpes en Estados Unidos: algo parecido a Stenson, en cuanto a la unión de fiabilidad y potencia, pero con el sabor de un grande todavía en el paladar.
“No ha habido muchos jugadores que estén en esta posición durante los últimos doce años”, declaró el australiano, que podría ganar el Masters y la FedEx Cup la misma temporada. “Es una oportunidad que puede no volver a repetirse. Voy a trabajar duro para conseguirlo”. Sus 65 golpes (siete birdies y dos bogeys) le permitirán hacerlo desde una gran posición. Billy Horschel y Steve Stricker son terceros tras terminar con 66 impactos. Roberto Castro es quinto, tras firmar un menos tres, mientras que Schwartzel, Simpson, Spieth, Day, Rose, DeLaet y Sergio García les siguen desde el menos dos.
Un año más, East Lake vuelve a mostrar las garras, premiando solo a aquellos capaces de dejar la bola colgando del agujero con los hierros medios en la mano. En cierto modo, es una clase de concurso por ver quién está impactándola mejor. El resto de principales candidatos a ganar la FedEx Cup estuvieron algo más irregulares: Matt Kuchar y Zach Johnson terminaron con menos uno, Phil Mickelson con más uno y Tiger Woods con más tres, en su primera vuelta en dos años en la que no consigue un solo birdie.
Deja un comentario