The Master by Decathlon

Jordan Spieth ya mira de reojo a sus rivales

Óscar Díaz | 12 de abril de 2015

Más de uno pensará que nos ponemos estupendos tirando de cita clásica, pero viene a cuento. Decía Protágoras que el hombre es medida de todas las cosas en un enunciado de interpretación esquiva y que se suele asociar al antropocentrismo, pero tirando de analogía también podemos afirmar que la medida definitiva de un deportista la dan sus rivales. Salvo para aquellos que rompieron el molde y no encontraron enemigos de su talla, las rivalidades curten y engrandecen, e incluso los mejores tienen que pasar por encima de muchos «cadáveres deportivos» para afianzarse en su trono. De ahí que la medida de la grandeza del joven Jordan Spieth en este Masters la dará, al final de los 72 hoyos, su respuesta al rendimiento de un puñado de contrincantes que ya están afianzados en el Olimpo del golf.

Spieth ha sabido manejarse a favor de obra, acumulando birdies de manera casi insultante para los rectores de un campo mancillado por la habilidad del texano, y se atrevió a tocar el -18 (circunstancia que solo se había dado una vez en las 79 ediciones previas del Masters). En el tee del 17 mantenía siete golpes de ventaja sobre el rival más cercano, dominaba y convencía, pero apenas diez minutos después salía con un revolcón del penúltimo hoyo del recorrido y afrontaba con una generosa dosis de ansiedad la tensa salida del 18 con un inesperado doble bogey en el morral.

Aun así, Spieth demostró paciencia y carácter, pues salió bien parado de otro trance complicado en el hoyo definitivo, pero sus siete golpes se habían convertido, en cuestión de segundos, en solo cuatro. El culpable: un Justin Rose estelar que se autoplagió la vuelta del día anterior y pasaba de trompicarse en los primeros hoyos a reventar el campo en la segunda mitad del recorrido, terminando con cinco birdies en los seis últimos compromisos.

Pero Rose no es el único rival a quien tendrá que vigilar por el retrovisor Spieth. Si Rose fue un prodigio de eficacia maquinal, Mickelson, el novio de Augusta, aportó la magia para llevar un gran 67 a su tarjeta y quedarse a solo cinco golpes del líder, llevado en volandas por los rugidos del público. Tampoco hay que olvidarse del «jornalero» Hoffman, el invitado más modesto al convite, pero que ya acumula tres vueltas bajo par.

Aun así, a Spieth le han crecido los enanos. Por si la amenaza de Rose y Mickelson no fuera suficiente, Woods y McIlroy ya son quintos y, aunque están a diez golpes del texano, nadie se atreve a descartarlos por su carácter explosivo y genial (tampoco nos olvidemos de un Dustin Johnson atravesado ayer pero capaz de llevar tres eagles a su tarjeta en un mismo día). Por si fuera poco, Tiger anda dejando recaditos a su joven rival y saca a colación algo que Spieth seguro que tiene muy presente, el colapso de McIlroy en circunstancias similares en 2011. También aprovecha para achuchar a los regentes de Augusta tirando de su condición de patriarca y dejando claro que está en manos del comité del torneo que haya espectáculo hasta el último momento.

Otro de los tópicos que rodean el primer major del año es que el Masters no empieza hasta los últimos nueve hoyos, cuando los rugidos del público son la red social más eficaz y las ovaciones convierten en trending topic las ofensivas de los favoritos. La pasión del público como hilo conductor del juego, los decibelios como prueba del carácter del líder.

Por desgracia, entre los aspirantes no está un Sergio García que sigue optando por la cautela en todas sus declaraciones en un campo por el que siente una antipatía visceral. En la tercera jornada jugó bajo par y demostró, una vez más, que la clase está por encima de los gustos, pero su -3 está demasiado lejos.

Resultados de la tercera jornada del Masters

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