Con un texano que hace saltar por los aires un récord tras otro con actitud de asesino silencioso y sonrisa comedida es inevitable la referencia a los pistoleros circunspectos que pueblan la historia estadounidense o su cine. Veintiún años contemplan a este joven que lleva poco más de dos temporadas asombrando al mundo del golf, acumulando méritos, estudiando campos y rivales para diseccionarlos con la precisión de un cirujano de pulso firme, con esa exactitud que se necesita cuando los torneos están en juego. Así es Jordan Spieth, líder del Masters de Augusta 2015 con -14, récord histórico del torneo a 36 hoyos.
Decía John Wesley Hardin, pistolero nacido en Bonham, a apenas cien kilómetros de la Dallas natal de Spieth, que admiraba el arrojo, la virtud y el valor, pero al mismo tiempo que expresaba tan nobles sentimientos no dudaba en descerrajar un tiro y dejar seco a quien se cruzara en su camino. Spieth ha crecido admirando a un buen número de héroes golfísticos, pero tampoco duda a la hora de tumbarlos en el campo, sin respetar galones, canas ni méritos previos. De momento, en esta edición del Masters parece empeñado en bajar del pedestal del palmarés a unos cuantos jugadores históricos. Ray Floyd, golfista de pasado apasionante y época de buscavidas junto al mítico apostador Titanic Thompson, perdió ayer el récord al mejor resultado en 36 hoyos en el Masters a manos de Spieth, que ha necesitado solo 130 golpes para finalizar sus primeros 36 hoyos.
Con ese resultado Spieth habría ganado 70 de los 78 Masters previos y habría disputado otros tres playoffs. El texano, además, está a solo cuatro golpes del récord histórico de Tiger Woods, el -18 logrado por el extraterrestre en 1997 cuando superó en doce golpes a Tom Kite. Son guarismos reservados a los mejores de los mejores, cifras que se graban a fuego en la historia.
Si a su eficacia maquinal se le suma su control emocional, uno de los pocos puntos débiles en ciertas situaciones de presión durante las dos últimas temporadas, obtenemos un jugador invulnerable. Aun así, y no pretendemos ser agoreros, el putt del último hoyo del día, metro y medio para birdie relativamente franco, es de esos que ha fallado en más de una ocasión en el pasado con un torneo en juego, uno de los pocos resquicios por los que puede dejar entrar a sus rivales. Augusta corona, pero también destruye (que se lo digan a Rory McIlroy en 2011) y quizá sea esa la mejor baza de los rivales del texano.
Por detrás, nadie se fija en el rubio Charley Hoffman aunque acumula un notabilísimo -9 en dos días y encabeza al pelotón perseguidor a cinco golpes de distancia. Más llaman la atención los nombres de los ocupantes del tercer escalón del podio: el pirotécnico Dustin Johnson, autor de tres eagles (y el récord correspondiente en Augusta), el firme Justin Rose, que empezaba con tres bogeys y conseguía darle la vuelta a ese marcador funesto, y un recuperad Paul Casey, risueño y feliz de verse de nuevo entre los mejores. Tampoco podemos olvidarnos del buen hacer de Mickelson, Haas o Moore, o de la reacción de Na, pero ahora mismo cuesta meter entre los favoritos a jugadores que están a diez o doce golpes del imperial Spieth.
Hay que retroceder hasta la decimonovena plaza para encontrar al mejor español, Sergio García, que penaba por la primera mitad del recorrido fruto de algún error de estrategia y la habitual antipatía que siente por el campo, aunque luego tiraba de garra para salvar hasta cierto punto los muebles y acabar con un 74 en el día. Han querido los hados unir su suerte a la de Tiger Woods, autor de su mejor resultado de los últimos años en Augusta, cuyo 69 también le ha llevado a ese -2 en el acumulado, y a la de Rory McIlroy, que sufrió, luchó y enderezó una vuelta en la que llegó a coquetear con el corte fallado.
Por desgracia, José María Olazábal y Miguel Ángel Jiménez se quedan fuera del torneo, lastrados por su vuelta inicial. Como declaraba Olazábal, la vuelta bajo par no sirve de consuelo y ambos se van del torneo con la sensación de que este año podrían haber hecho algo más dado el estado de forma en que llegaban.
Y mientras los favoritos intentaban desentrañar el enigma Spieth, el Augusta National se rendía ante Ben Crenshaw, doble ganador de la chaqueta verde y el último texano en conseguirlo, mentor de Spieth y referencia en el diseño moderno de campos de golf. Con un abrazo sentido cerraba la que probablemente sea la página más brillante de su carrera profesional y se despedía también de Carl Jackson, su caddie histórico aunque en esta última edición no haya podido acompañar a su jefe. Se lleva el cariño de Augusta y confía en ver el éxito de su protegido, con quien jugó su última vuelta de prácticas.
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