Parece Dustin Johnson más propio de un libro de Bukowski que de Nietzsche, pero el longilíneo y talentoso jugador estadounidense está empeñado en poner en práctica la teoría del eterno retorno. Vuelta a empezar para el jugador de Carolina del Sur, liderato en un major y Jordan Spieth a rebufo, como en el pasado US Open de Chambers Bay. Queda ver si su realidad resulta, una vez más, destruida después de la conflagración y le toca volver a la casilla de salida, o si finalmente se libra de su maldición kármica y se adjudica un título que su talento reclama.
Johnson ha sido el mejor en su regreso a los campos, en su primera vuelta competitiva después de aquellos dolorosos tres putts que le apartaron del trofeo del US Open. En un Old Course de St. Andrews relativamente manso y vulnerable, aunque después se revolvería con el paso de las horas, Johnson acribilló sus calles y greens y terminó con un gran 65 sin bogeys para adelantarse por un golpe a un sexteto de jugadores acreditados: sus compatriotas Robert Streb y Zach Johnson, el australiano Jason Day, el sudafricano Retief Goosen, el escocés Paul Lawrie y el inglés Danny Willett. Johnson, que pone la misma cara si hace 80 o 63, se mostraba flemático y moderadamente satisfecho. No se arrepiente de nada; no cambiaría nada de lo ocurrido en el US Open.
«No tenía por qué enfadarme por lo ocurrido en el US Open. Jugué bien. Hice todo lo que se supone que debía hacer. Incluso tiré buienos putts. En aquellos greens no podías hacer nada más para que la bola fuera donde tu querías. La bola iba donde querían los greens, no donde tú querías», declaraba un Johnson que pasó página hace tiempo.
Sin embargo, Jordan Spieth figura a su lado, en su mismo partido, como recordatorio omnipresente de lo ocurrido en Chambers Bay. El joven astro estadounidense remataba su vuelta con un gran birdie que le coloca a solo dos golpes de Johnson. Parecía que Spieth había elegido una ruta extraña para buscar la «tercera pata» de su Grand Slam, pero después de la exhibición de la primera jornada de este Open Championship ya nadie se atreve a pone en entredicho sus planteamientos. Le sobra calidad para suplir cualquier carencia que genere el desconocimiento del campo o las veleidades meteorológicas.
Por detrás, Sergio García cerraba una buena primera jornada con un -2 que bien pudo ser -3 si no llega a ser por un putt que decidió esquivar el hoyo 17, y Rafa Cabrera-Bello terminaba pidiendo la hora y cediendo casi toda la ventaja adquirida en la primera mitad del recorrido (llegó a colocarse con -5), pero su -1 es un buen trampolín de cara a una segunda jornada en la que saldrá en el turno a priori mejor tratado por el tiempo. Y como apuntan nuestros compañeros de Ten Golf, ya son nueve vueltas en St. Andrews y el grancanario aún no ha superado el par del campo. Sin duda, un buen augurio.
Por su parte, Miguel Ángel Jiménez sufría en los tiros a green y caía en la segunda mitad del recorrido para terminar con un +3 que le lleva hasta la posición 128, y eso que se quitaba un golpe de lastre al final. Pablo Larrazábal, el cuarto español en liza, sufría un pinchado en la espalda durante el recorrido y bastante hacía acabando con un digno +4, compartiendo posición con un Tiger Woods que empezaba tirando al agua su primer approach a green y que quizá pagara las excesivas precauciones que tomó desde el tee de salida. Aunque su discurso no varía, cada vez resulta más complicado tomar en serio las afirmaciones de un Tiger que fía su suerte a que llueva y truene durante toda la jornada… y, por supuesto a que él busque compañeros para el solitario birdie que anotaba en la primera vuelta.
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