No es un término sujeto a la precisión de las ciencias exactas y suele ser objeto de discusión, pero la palabra «dinastía» en el ámbito deportivo equivale a longevidad y dominio. Aunque el golf sea un deporte de largo recorrido, la cohabitación suele frustrar las dinastías y han sido pocos los jugadores que han conseguido marcar una era. Han dominado este deporte Vardon, Hagen, Jones, Sarazen, Nelson, Hogan, Snead, Palmer, Nicklaus, Watson, Seve y Tiger (y habría que poner comillas a algunas de estas dictaduras), sin hacer de menos a otros jugadores laureados cuyas carreras se han solapado las de estos golfistas. Por eso extraña que se proclame ya la llegada de una nueva era, la de Spieth, cuando Rory McIlroy, el actual número uno del mundo, aún le saca una ventaja notable en el ranking mundial y cuando Tiger Woods se resiste a la autopsia deportiva y da señales de recuperación. Por mucho que diga Sports Illustrated, y sin desmerecer lo logrado por el gran Jordan Spieth en el Masters (y en toda su breve carrera) hay que ser más paciente para declarar su grandeza.
Jordan Spieth es el hijo perfecto, el novio que toda madre querría para sus hijas, el ídolo ideal para las nuevas generaciones, persona antes que golfista, ambos de imagen impoluta y alejada de las construcciones de cartón-piedra que los expertos en mercadotecnia nos intentan vender de vez en cuando. Lo que se ve es lo que es, aunque con 21 años aún no haya tenido tiempo de cansarse de la vida ni de las circunstancias extradeportivas que rodean el golf de élite. Es el heredero natural de Tiger en Estados Unidos (al menos en el ámbito deportivo, nunca en el mediático), el representante de una nueva generación de golfistas jóvenes, y sus récords ahí están y lucen bien junto a las del californiano.
Curiosamente, y aunque no tiene pinta de rockero ni de revolucionario, casi sin quererlo es el protagonista de otro «golpe de estado»… aunque sea en el terreno del marketing deportivo. Under Armour llegó hasta Spieth casi de rebote, después de que se frustrara el fichaje que buscaban, el de Rory McIlroy, y decidieron ofrecerle un contrato de cuatro años que mejoró notablemente el año pasado al llegar hasta el decenio por una cantidad multimillonaria no desvelada. Under Armour ya ha superado a Adidas en facturación en Estados Unidos y pretende ir a por Nike, y Spieth es la clave de su pretendido asalto al poder.
Aun así, debemos ser pacientes. La naturaleza del golf así lo exige y, pese a los méritos contraídos, nos arriesgamos al encumbrar a un jugador que hasta la fecha ha ganado solo un major (con 21 años, eso sí) cuando el actual número uno del mundo lleva ya cuatro con solo 25 años y la vieja guardia conformada por Mickelson y Woods no se resignan a su papel de patriarcas en horas bajas (véase su rendimiento en el pasado Masters). Por no hablar del resto de miembros de la élite, todos a un par de triunfos importantes de convertirse en alternativas al trono.
Por otro lado, al margen del efecto que pueda causar Jordan Spieth sobre el mundo del golf y a falta de ver cómo lleva sus éxitos, cabe esperar una reacción inmediata de los machos dominantes, McIlroy y Woods, seguramente espoleados por las hazañas de un joven cuyo apellido algunos ya asignan a una nueva era. La afición y los medios nos relamemos ante esa posible reacción que, de cristalizar, podría llevarnos a vivir una época, esta sí, histórica.
Deja un comentario