Han pasado veintiún meses desde que Bubba Watson se vistiera de verde en Augusta. Más importante aún: desde que consiguiera su último triunfo en Estados Unidos. A diferencia de otros campeones de un grande, venidos a más al verse en lo más alto, su caso ha sido más parecido al de los que se relajan tras alcanzar el objetivo de toda una vida. Aunque con matices, ya que el gran bombardero del circuito peleó bien durante la pasada campaña, sumando varios top 10 o destacando en estadísticas como la de greenes en regulación (quinto). Sí, cuando más fuerte, más cerca te quedas de bandera.
Su putter, sin embargo, le abandonó en múltiples ocasiones, sobre todo en esos domingos en los que todos los jugadores corren como posesos a por los birdies. Esa tendencia ha cambiado esta semana en Arizona, en el Phoenix Open. Allí Bubba sigue enviando misiles desde el tee, tirando golpes al trapo y, también, embocando putts que ni él mismo se espera. ¿Resultado? Líder del torneo en un acumulado de menos doce, vueltas de 64 y 66 impactos y un jugador encendido.
El encontrarse en el mismo escenario que las cien mil personas que han acudido esta semana al TPC Scottsdale puede llegar a ser una gran fuente de motivación, al menos para él, que calentaba los ánimos de los suyos con tanta vehemencia en la Ryder Cup. Bubba acostumbra a jugar un campo distinto al de sus rivales, pero estos días tiene todo lo que podría desear: recorrido duro, amplio, de greenes rápidos que favorecen a los grandes pegadores. Fueron siete birdies y dos errores en la segunda jornada, pero más allá de los números se vio a un hombre encantado de estar jugando al golf.
“Es justo donde quiero estar de cara al fin de semana”, declaró. “Todo está empezando a encajar. Jugué muy bien la semana pasada, pero no metí ningún putt. Esta vez estoy jugando bien y están cayendo. Tengo un casa en Scottsdale y siempre he jugado bien aquí. Me encantan las gradas. Es un torneo divertido”.
Y junto a él, en lo más alto, se ha situado el australiano Matt Jones, buscando su primera victoria en el circuito. Dos vueltas de 65 impactos llevaron también hasta el menos doce a un jugador muy acostumbrado a este campo. “Es muy diferente esta semana a cuando lo juegas normalmente”, dijo. “Más difícil, más rápido. Es un nuevo campo en cuanto da comienzo este evento”. Mañana, en el día del movimiento, afrontará el reto de demostrar que su buen juego está a prueba de la presión que se cierne sobre los mejores.
Greg Chalmers y Harris English son terceros con menos diez, a dos del liderato, mientras Hideki Matsuyama, Pat Perez y Kevin Standler son quintos con menos nueve. Todos ellos forman el grupo de perseguidores más propicio a asaltar el liderato mañana, aunque como bien demostró Phil Mickelson hace doce meses, podrían llegar más. Él, por ejemplo, respondió a una primera vuelta de 71 impactos con otra de 67, a pesar de sentir molestias en la espalda a comienzos de semana. “Me encantaría estar más cerca”, declaró el tres veces ganador de este torneo. “Pero lo hemos visto en el pasado: hay vueltas de menos ocho, menos nueve, menos diez e incluso de menos once en este recorrido”.
Algo parecido a su cincuenta y nueve y medio de 2013 necesitará para alcanzar a un jugador que recuerda mucho al que iba ataviado completamente de blanco en el Masters de 2012. Gonzalo Fernández-Castaño, todavía inmerso en su adaptación al circuito y a Estados Unidos, firmó 74 impactos en esta segunda jornada y falló el corte.
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