Si, como decía Ortega y Gasset en uno de sus célebres ensayos, el golf es inexorable como la mecánica celeste, igual de inexorable es la atracción que los golfistas de todo el mundo sienten por los links que dieron forma a la historia de este deporte y que sirvieron de escenario a los primeros campeonatos de golf organizado.
Por eso no es de extrañar que, pese a que en sus primeras ediciones el Open Championship fuera coto privado de los jugadores escoceses, poco a poco empezaran a comparecer jugadores del resto de las Islas Británicas y fuera adquiriendo el verdadero carácter de abierto internacional con la llegada, si bien tímida en los primeros años, de aficionados y profesionales estadounidenses, franceses y… sí, también españoles. Mucho antes de que Seve deslumbrase con su estilo osado e imaginativo, antes de que José María Olazábal se impusiese en todas las categorías del Open (salvo en la de profesionales), antes de que Padraig Harrington le partiera el corazón a Sergio García en aquel fatídico desempate en Carnoustie, un puñado de españoles ya se batía en duelo con las principales figuras del mundo del golf en los links escoceses.
A causa de sus orígenes humildes, los pioneros españoles de aquellos tiempos heroicos solían depender de la buena voluntad de mecenas o patrones que les financiaran el viaje, afrontaban travesías de pesadilla por tren y barco hasta llegar a su destino, se veían en ocasiones obligados a dormir al raso o en catres improvisados en estaciones de ferrocarril o soportales para resguardarse de la cambiante climatología escocesa y a menudo guardaban con más celo el hatillo de viandas que llevaban desde España para subsistir durante la semana del torneo que la propia bolsa de palos.
Todas estas vivencias y anécdotas han quedado relegadas a un rincón de la historia deportiva de un país de tan escasa tradición golfística como el nuestro y merece la pena que demos un somero repaso a la vida de estos grandes jugadores que se atrevían a plantar cara, en tierra extraña, a los mejores golfistas del mundo en la prueba con más tradición del calendario internacional: el Open Championship. Y el primer gran héroe internacional del golf español fue el cordobés Ángel de la Torre Valderrama.
En los primeros años del siglo XX, tres décadas antes de que el golf en España tuviera siquiera visos de convertirse en un deporte organizado con la fundación de la Federación de Clubes de Golf de España (antecesora de la actual Real Federación Española de Golf), en pleno núcleo urbano de Madrid se encontraban los terrenos del hipódromo de la Castellana (junto al actual Museo de Ciencias Naturales de Madrid). En esta finca de propiedad real y llamada «de las Cuarenta Fanegas» se emplazó el llamado Madrid Polo Golf Club, que albergó el primer campo de golf de Madrid unos años antes de la construcción del club de Puerta de Hierro.
Allí trabajaban como jardinero Pedro de la Torre y como empleado de mantenimiento su hermano Ricardo, tío y padre respectivamente del que se convertiría años después en el primer golfista profesional español y también el primero en atreverse a hollar los links que conformaban la rotación de sedes del Open Championship.
El joven Ángel de la Torre, de extracción muy humilde como toda su familia, no tardó en seguir los pasos de su tío y su padre y empezó a llevar bolsas de palos a la tierna edad de 8 años para ganarse unas propinillas. Gracias a su carácter alegre y trabajador, enseguida pasó a ser uno de los caddies preferidos de los aristócratas que solían frecuentar el club de golf, y su menuda figura se convirtió en un elemento fijo del paisaje de aquel club pionero. Además, se las apañaba para sacar ratos de donde no los había para practicar su swing con palos prestados o elaborados por sus familiares de manera artesanal y empezó a convertirse en un consumado jugador pese a su juventud.
Uno de aquellos aristócratas, el conde de la Cimera, tendría una notable influencia en el futuro profesional del joven Ángel. El conde de la Cimera fue un gran jugador amateur que se impuso en tres ocasiones en el Campeonato Internacional de Aficionados de España, uno de los promotores del club Puerta de Hierro (tras la donación de terrenos efectuada por Alfonso XIII) y el principal impulsor de la Copa Puerta de Hierro, la competición nacional amateur más veterana del calendario golfístico español, cuyo trofeo donó en 1915 (y cuyo título ganó en 1916).
El conde también participó en la organización en 1912 del primer Abierto de España, que se celebró en el Madrid Polo Golf Club y que contó con la presencia del francés Arnaud Massy, el mejor jugador continental del momento y el primer golfista de fuera de las Islas que había conseguido imponerse en un Abierto Británico tras ganar en 1907 en Hoylake a la plana mayor del golf británico.
Massy cumplió con su papel de favorito y se llevó el título a tierras francesas, pero no fue lo único que sacó en limpio de su visita a España. Al año siguiente, el conde de la Cimera, que en aquel entonces mantenía una fuerte amistad con el astro francés y que ya había acogido bajo su protección a Ángel de la Torre, envió al joven caddie al sur de Francia, a San Juan de Luz, para que se convirtiese en ayudante de Arnaud Massy en Le Nivelle Golf Club, campo donde el campeón galo ejercía como profesional e instructor. Poco después se produjo la movilización general previa al estallido de la Primera Guerra Mundial y Massy tuvo que alistarse, con lo que Ángel fue nombrado profesional del club con solo 17 años.
Pese a haber alcanzado este notable puesto a una edad tan temprana, la amenaza de la Primera Guerra Mundial llevó a Ángel a volver a sus orígenes y a regresar a Madrid para ocupar el puesto de profesional en el antiguo Polo Golf Club, que se había mudado a las afueras de la capital y había cambiado su denominación a Real Club de la Puerta de Hierro.
El conde de la Cimera se mantuvo como principal valedor del talento del joven Ángel, que respondió a esta confianza imponiéndose en los tres siguientes Abiertos de España (en 1916, 1917 y 1919; el torneo no se disputó de 1913 a 1915, ni tampoco en 1918) y empezó a patrocinarle para que pudiera medir su habilidad golfística con los principales jugadores del continente en torneos celebrados en Francia, Bélgica y Gran Bretaña.
El salto a la cuna del golf no se hizo esperar y en 1920 Ángel viajó a las islas para competir todo lo posible contra los mejores y jugar el Open Championship. De la Torre se estableció en Londres y participó en varios torneos durante la primera mitad de 1920, incluso en un encuentro internacional Inglaterra – Escocia en el que reforzó a un combinado inglés. En aquel torneo se codeó con la plana mayor del golf mundial: Harry Vardon, Ted Ray, Abe Mitchell, George Duncan, James Braid, Arnaud Massy y muchos otros con los que competiría a lo largo de los años siguientes. Después de una minigira escocesa que le llevó, entre otros recorridos, al King’s Course de Gleneagles, campo mítico diseñado por James Braid, uno de los miembros del triunvirato de oro del golf, se inscribió para disputar el primer Abierto Británico que se celebraba tras el paréntesis obligado por la Primera Guerra Mundial.
El Open de aquel año, 1920, tuvo lugar en el links inglés de Deal (Royal Cinque Ports) del condado de Kent, actualmente fuera de la rotación de campos del torneo, y fue un campeonato histórico en muchos aspectos. Para empezar, fue el primer Abierto Británico organizado por The Royal & Ancient Golf Club de St. Andrews en solitario, responsabilidad que antes compartía con The Honourable Company of Edinburgh Golfers. Por otro lado, y como hemos mencionado anteriormente, el Open llevaba sin disputarse desde 1914 (edición ganada por Harry Vardon en Prestwick) y era la primera vez que el Open Championship sufría un parón tan prolongado. Anteriormente, solo en 1871, tras la tercera victoria consecutiva de Tom Morris hijo, se había suspendido el torneo durante un año después de que se otorgara el cinturón de campeón en propiedad al joven campeón para premiar su hazaña.
Huelga decir que a la cita del campo del condado de Kent acudió lo más granado del golf mundial, encabezados por los miembros del triunvirato de oro del golf británico: Harry Vardon (cuyo duelo con el amateur estadounidense Francis Ouimet en el US Open de 1913 ha sido inmortalizado en el libro The greatest game ever played y la película Juego de honor, y podéis leer en este magnífico artículo de José Ramón Rodríguez), James Braid y J. H. Taylor, que acumulaban 16 títulos entre los tres (seis para Vardon y cinco para Braid y Taylor). A ellos se les sumaban otros jugadores ilustres, como los también ganadores del Open Ted Ray y Sandy Herd, los franceses Jean Gassiat, Eugene Laffite (ganador de dos Abiertos de España) y Arnaud Massy (exjefe de Ángel de la Torre en el campo de Le Nivelle y ganador del Open Británico de 1907), Abe Mitchell (al que en su momento se consideró “mejor jugador sin un Open Championship” e inmortalizado en el trofeo de la Ryder Cup), y los estadounidenses Jim Barnes y Walter Hagen, el extravagante y osado oriundo de Detroit que era tan conocido por sus juergas y su atuendo como por su calidad golfística, y que posteriormente ganaría cuatro Abiertos Británicos.
Y entre todos estos jugadores que hicieron historia en el golf mundial se encontraba el joven cordobés Ángel de la Torre, que acudió al campo de la localidad de Deal dispuesto a enfrentarse a aquellas leyendas vivas del deporte con el desparpajo del que solía hacer gala y que le granjeó no pocas simpatías en el más o menos cerrado círculo de los profesionales de las islas. A la prensa británica le sorprendía la escasa talla del cordobés y la ligereza de sus palos (que parecían de juguete, a su entender), pero la calidad del excaddy no tardó en conquistar a los más expertos. Pese a un comienzo dubitativo que le llevó a la parte baja de la clasificación tras la disputa de la primera vuelta, De la Torre dio una lección de recursos en el peliagudo links inglés y exhibió una notable regularidad en las tres jornadas restantes, lo que le permitió ir ganando puestos en la tabla y le llevó a adjudicarse la decimosexta plaza final, a un solo golpe del campeonísimo Harry Vardon, la leyenda de Jersey.
En aquel Open se impuso el escocés George Duncan con dos golpes de ventaja sobre Sandy Herd y tres sobre Ted Ray (también protagonista de aquel US Open de 1913 junto a Vardon y a Ouimet). Duncan logró la notable hazaña de remontarle 13 golpes a Abe Mitchell, líder destacado tras las dos primeras vueltas, con un driver que acababa de adquirir poco antes de comenzar la tercera jornada y pese al tremendo viento que azotó el campo de la localidad de Deal en los dos últimos parciales. Además de la jarra de clarete, Duncan recibió una medalla de oro y 75 libras como premio en metálico.
El estadounidense Walter Hagen no estuvo especialmente acertado en esta edición (finalizó en el puesto 53º, muy alejado de los líderes), pero protagonizó la anécdota del torneo. En aquella época, en el ambiente exclusivo y aristocrático del golf, a los profesionales se les tenían por poco más que jornaleros especializados y se les negaba el acceso a la casa club, reservada para los caballeros amateurs y para sus invitados. Los jugadores se veían obligados a cambiarse de ropa en la pro-shop del campo y Hagen, que ya había protagonizado varios roces con el establishment golfístico de la época, se rebeló contra esta medida discriminatoria y le pidió al chófer de la lujosa limusina Daimler en la que acudió al torneo que aparcara frente a la casa club para poder cambiarse de zapatos en el vehículo todos los días.
La increíble hazaña de Ángel de la Torre, su decimosexta plaza en la primera aparición de un español en el Open, se reflejó en unos pocos “breves” en prensa, apenas tuvo repercusión en los medios nacionales y su impacto quedó circunscrito al cerrado entorno del golf español de aquella época. No obstante, habrían de pasar casi cuatro décadas para que el también madrileño Ángel Miguel superara la marca de su tocayo con el decimotercer puesto que alcanzó en 1956 en Hoylake. Por si fuera poco, días después del Open, De la Torre cruzaba el canal de la Mancha y finalizaba noveno en el Abierto de Francia que se jugaba en La Boulie y que se adjudicó Walter Hagen. En este torneo rozaría el título más adelante y llegó a ser quinto en la edición de 1924.
De la Torre, todavía patrocinado por el conde de la Cimera, siguió con su incipiente carrera internacional y volvió a acudir al ineludible reclamo del Open Championship de 1921, ya que se celebraba en St. Andrews, la Cuna del Golf. En aquella ocasión, Ángel tuvo que conformarse con una posición más discreta (cuadragésimo séptima) y siguió a distancia el duelo entre el profesional escocés (aunque nacionalizado estadounidense) Jock Hutchison y el amateur británico Roger Wethered, que se decidió a favor del primero. Pese a la calidad de Hutchison, su victoria no estuvo exenta de cierta polémica y pocos días después se proscribieron los palos que empleó durante el torneo a causa de la profundidad de sus estrías. Como verán, las polémicas en el golf son cíclicas…
Ángel también fue testigo de excepción de la victoria de Walter Hagen en el Open Championship que tuvo lugar en 1922, en Royal St. George’s, el primer triunfo de un estadounidense de origen. Por su parte, De la Torre consiguió un meritorio trigésimo octavo puesto y logró una de las mejores cuartas vueltas del torneo. En 1923, el madrileño también acudió al Open celebrado en Royal Troon en el que el inglés Arthur Havers se impuso por un golpe a Walter Hagen. De nuevo, el torneo se vio envuelto en la polémica por las estrías que presentaron en sus palos muchos jugadores estadounidenses (palos que tuvieron que modificar para poder disputar el Abierto). De la Torre volvió a rendir a gran nivel y estuvo a punto de superar su mejor clasificación, aunque finalmente tuvo que conformarse con el decimonoveno lugar tras un gran fin de semana de juego.
Poco después de diseñar el recorrido del Real Club de Golf de Oyambre, en 1925 De la Torre se adjudicaba su quinto Open de España y se convertía en el primer español en disputar el US Open. Una vez allí, por recomendación del capitán Allison, reputado diseñador de campos de golf, aceptó el puesto de profesional del Timber Point Country Club. Poco después, y a raíz de su amistad con Ernest Jones, el gurú de la enseñanza del golf que perdió una pierna en la Primera Guerra Mundial, De la Torre acudiría al Women’s National Golf and Tennis Club, el club promovido en Long Island por la pionera Marion Hollins, y luego se convirtió en el primer profesional jefe de Pasatiempo, un espectacular diseño de Alister Mackenzie (arquitecto de Augusta National) hasta 1931. En 1932 De la Torre regresó a Madrid para ocupar ese mismo puesto en el nuevo Club de Campo de Madrid pese a ser uno de los deportistas españoles mejor pagados de la época, ya que con sus clases en Estados Unidos obtenía unos 8.000 dólares al año, 20.000 duros de la época, cifras que solo estaban a la altura de la estrella del boxeo Paulino Uzcudun.
Después de su vuelta a España, De la Torre jugó dos ediciones más del Open Championship. En la de 1933, celebrada en St. Andrews, no superó el corte. Aquel año ganó Desmore Shute en el playoff a Craig Wood después de hacer cuatro 73 consecutivos, el par en aquel entonces en el Old Course. En 1934, en su sexta y última aparición en el Open, fue quincuagésimo en Royal St. Georges y la victoria fue para Henry Cotton, que interrumpía la hegemonía estadounidense.
De la Torre, ya con cinco títulos del Open de España a sus espaldas, no volvería a ganar ningún gran torneo, aunque en 1935 se adjudicaría el Campeonato de España de Profesionales que se jugó los días 24 y 25 de abril de 1935 en el Club de Campo. Meses después, el estallido de la Guerra Civil le sorprendió en Estados Unidos, pero pudo reunirse con su familia (después de innumerables avatares) en octubre de 1936 y gracias a Ernest Jones fue contratado en el Brookside Municipal Golf Course de Pasadena. Poco después lo fichó Eddie Loos, profesional del Lake Shore Country Club donde estuvo impartiendo magisterio durante 30 años, aunque después de jubilarse siguió activo dando clases ocasionales en verano en el campo del Glenview Naval Air Statioy en invierno en el Tamarisk Country Club californiano. A Ángel de la Torre lo sucedió su hijo, Manuel de la Torre, que actualmente tiene 94 años y es considerado uno de los mejores instructores de la historia del golf estadounidense.
El cordobés, el primer gran pionero del golf español, falleció en abril de 1983 después de toda una vida dedicada al golf. En los libros de récords figuran sus cinco títulos en el Open de España, pero más desapercibidas han pasado sus andanzas en el extranjero y sus hazañas en los links, que hemos querido reivindicar con este artículo.
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