Todo el mundo, jugador de golf o no, asocia las palabras Masters de Augusta a la famosa chaqueta verde, con la imagen del campeón esbozando una amplia sonrisa mientras el ganador del año anterior le coloca el célebre atuendo. Cómo olvidar la profunda respiración de alivio de Olazábal al probarse su primera insignia verde. La tradición ha hecho de este premio lo más notorio del primer grande del año, pero no es el único trofeo que recibe el ganador.
En 1961 la dirección del Augusta National, encarga a una empresa británica una réplica de la famosa casa club. El trofeo, realizado en más de 900 piezas de plata, se guarda en una de las estancias del mencionado edificio. En esta característica estructura se graba el nombre del ganador del Masters, mientras este recibe desde 1993 una copia, en menor tamaño, del trofeo. A estos dos representativos galardones se les unen una medalla de oro y un importante aporte pecuniario, en torno a 1,5 millones de dólares.
Pero el ganador no es el único que recibe un premio adicional al montante económico y también hay galardones especiales divididos por categorías. El segundo clasificado del Masters de Augusta recibe desde 1951 una medalla de plata, magro consuelo para quien no ha conseguido la chaqueta verde. En ella se representa la vista de la casa club del Augusta National desde la famosa Magnolia Lane. Además, se le entrega una placa de plata y se graba su nombre en el trofeo original junto al del ganador.
Como en otros grandes, en el Masters se premia al campeón amateur y al segundo mejor aficionado, con la particularidad de que sólo recibirán el premio si consiguen pasar el corte. Desde 1952, el mejor jugador no profesional del primer grande del año recibe la llamada “Copa de Plata”, y al subcampeón se le entrega desde 1954 una medalla del mismo metal.
Además de estos premios más habituales, la organización del Masters de Augusta concede condecoraciones a una serie de logros especiales durante la competición, recompensas para el resultado más bajo del torneo, para los hoyos en uno y para aquellos jugadores que realicen eagles. Fue en 1954 cuando la organización del campeonato empezó a galardonar a los jugadores que realizaban estas hazañas. Todos estos trofeos son de cristal y difieren en tamaño y forma según el triunfo conseguido.
El florero de cristal (imagen uno) es el galardón que se le entrega al resultado más bajo del torneo, el cuenco de cristal (imagen dos) se otorga al hoyo en uno y los vasos (imagen tres) los reciben los jugadores que consiguen realizar eagles durante la competición.
Posteriormente se incorporaron dos nuevos trofeos para los participantes del Masters de Augusta. En 1960 se instauró una tradición de peso, la competición de pares 3 del miércoles en Augusta National. Fue Sam Snead el primero en conseguir la victoria en esta nueva e interesante modalidad. El campeón recibe una copa de cristal y está condenado a no conseguir el triunfo en la versión «larga» del mismo año, o eso dice la tradición.
En 1967, Bruce Devlin consiguió realizar un albatros en el hoyo 8. Tan inesperado y sorprendente resultó este golpe que la dirección del torneo anunció a través de Clifford Roberts que entregarían una copa de cristal especial a Devlin por su sensacional hazaña. Pero también, y en la línea exquisita de la organización del Masters, se le entregó este premio a Gene Sarazen, que había sido el primero y único hasta aquel momento en conseguir un albatros en el hoyo 15 durante la edición del Masters de Augusta de 1935.
Todos estos trofeos no hacen más que enfatizar lo especial que es este primer grande de la temporada, un campeonato rodeado de una aureola única.
1 comentario a “Algo más que una chaqueta verde”
Seve no se puso nunca la chaqueta verde???
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