Cada victoria llega escoltada por una avalancha de cifras más o menos significativas, números que en ocasiones permiten contextualizar y que otras veces no son más que el lacito que embellece pero apenas aporta significado. Entre los números que acompañan el triunfo de Pablo Larrazábal en el BMW International Open llama la atención que sea el 173º título para el golf español en el European Tour (España es el tercer país en victorias después de Inglaterra y Estados Unidos) y que llevemos 22 años consecutivos con al menos una victoria anual.
De hecho, además de ese 1993 que dio inicio a la racha y que fue el último año sin victorias, desde el nacimiento de la encarnación actual del European Tour, los españoles solo han dejado de ganar en 1975. En aquellos tiempos heroicos y balbuceantes del circuito, escaso de calendario y ganancias, Antonio Garrido, Valentín Barrios, Manuel Piñero y Jaime Benito ejercían de principales valedores del golf español, pero en 1975 no lograron traerse ningún entorchado para nuestro país.
El 1993 las circunstancias eran completamente opuestas. El golf español vivía un momento dorado y llegaba de un 1992 donde se lograron ocho victorias y se disputaron ocho torneos en nuestro país gracias al apoyo decidido de Turespaña y de otros patrocinadores como Peugeot o Iberia. Seve Ballesteros y José María Olazábal estaban magníficamente escoltados por Miguel Ángel Martín, José María Cañizares, Miguel Ángel Jiménez y Pepín Rivero, entre otros, y semana sí, semana también los españoles luchaban por el título
Por lo tanto, se esperaba que 1993 fuera similar y el calendario también fomentaba estas expectativas, ya que volvían a aparecer ocho citas españolas en el calendario. Sin embargo, y pese al esperanzador tercer puesto logrado por Seve en Dubái, la temporada iba avanzando y los triunfos esquivaban a los nuestros. Olazábal se quedaba a las puertas en el Benson & Hedges de mayo y el Irish Open de julio, Rivero claudicaba una semana después en el Scottish Open, Cañizares finalizaba tercero en el English Open en agosto y el circuito se plantaba en septiembre con pocas alegrías para la escuadra española.
Y llegó el Canon European Masters, el clásico de Crans-sur-sierre que Seve ya había ganado en tres ocasiones. El cántabro no llegaba en su mejor momento y se aproximaba a sus últimos instantes de gloria en el circuito. Su último major databa de 1988 y, aunque en 1994 ganaría el Benson & Hedges y el Mercedes German Masters, su última victoria llegaría en 1995, solo dos años después del torneo que nos ocupa. Aun así, y en un escenario idílico que adoraba, Seve no quería darse por vencido.
El cántabro se plantaba en el tee del 18 sabiendo que necesitaba un birdie para alcanzar al líder, Barry Lane, pero su errática salida fue a parar entre los árboles y cerca un muro de hormigón que protegía una piscina cercana. Lo que sucedió después aún se recuerda como el milagro de Crans-sur-Sierre. Seve encontró un hueco inverosímil entre el muro y las ramas, consiguió llevar la bola hasta las inmediaciones del green y posteriormente embocó un magnífico chip. Su esfuerzo fue baldío, porque Lane restó un golpe más al par del campo y Seve tuvo que conformarse con la segunda plaza empatado con Miguel Ángel Jiménez, pero aquel alarde de talento eclipsó la victoria del inglés y quedó inmortalizado con una placa junto al muro.
Después del torneo suizo quedaban pocas opciones para los españoles, que confiaban en el buen hacer en match-play de Seve en Wentworth para romper la mala racha en aquel funesto 1993, pero el cántabro no estuvo fino y finalizó noveno en aquella edición que ganó Corey Pavin. Después, en los dos últimos cartuchos que le restaban al golf español, Des Smyth se mostraba inalcanzable en el Madrid Open y con 40 años ganaba de principio a fin en Puerta de Hierro y por tres golpes a Txomin Hospital y José Rivero, y en el último torneo del año, Jiménez finalizaba décimo en Valderrama en el Volvo Masters.
En aquel año atípico y poco lucido Olazábal fue el mejor español en la lista de ganancias con la 18ª plaza, seguido por Jiménez (35º), Rivero (37º) y Ballesteros (42º). Al año siguiente, no obstante, las aguas volvieron a su cauce y los españoles obtuvieron seis victorias (tres de Seve, dos de Olazábal y una de Jiménez) y se inició esa racha de 22 años que aún sigue vigente gracias al triunfo de Larrazábal en Múnich.
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