Ryder Cup 2014

1989, la última Ryder romántica

Javier Pinedo | 24 de septiembre de 2014

Curiosamente, cuando asistía en directo a la que iba a ser mi primera Ryder Cup nunca tuve conciencia de que iba a ser la última con ciertos toques de romanticismo donde la camaradería entre unos y otros era llevada a su máxima expresión. En fin, no sabía que vivía el final de una época.

Ahora me acuerdo de que mi madre, corresponsal de l´Equipe durante muchos años en Madrid, me contó una vez como acabaron los banquetes postpartido que ofrecía el Real Madrid en Copa de Europa y en el que tomaban parte los dos equipos. Para mí cada partido era especial pues mi madre me traía siempre el menú firmado por los dos equipos que yo guardaba como si fueran verdaderos tesoros. Pero una vez el partido fue más tenso de lo normal y en el banquete posterior los jugadores, especialmente los de casa, se dedicaron a tirarse migas de pan y a citarse para la vuelta. Don Santiago Bernabéu, que nunca perdía ripio de lo que pasaba aunque no dijese nada en el momento, esperó a que terminase la cena para decir a sus jugadores que esperaba que hubiesen disfrutado pues había sido la última en la que iban a participar jugadores. Y efectivamente así fue, con la consiguiente decepción de un crío que ya no tendría menús firmados.

Aquella Ryder de 1989 iba a marcar el final de una época curiosamente por todo lo contrario: la hermandad entre algunos miembros de los dos equipos. Ya durante los días previos a la competición pudimos vivir escenas difícilmente concebibles hoy en día; por ejemplo, en una de las fotos oficiales del equipo que se suelen hacer los días previos, resulto cómico ver a Severiano llegar con retraso y, especialmente, con un uniforme distinto al de todos los demás. A nadie se le escapa la influencia que ejercía Seve en la Ryder sobre todo lo que pasaba, y seguramente por eso Sam Torrance se giró hacía el capitán, Tony Jacklin, y en broma, pero con un deje de seriedad por no estar totalmente seguro y por si acaso, le preguntó: «¿Esto significa que debemos ir a cambiarnos?», lo que provocó una carcajada general, incluida la del propio Severiano que rápidamente reconoció su error y fue a ponerse el uniforme de aquel día. Esta pequeña anécdota refleja bien a las claras lo que era la Ryder, una competición que de la mano de Severiano vivía sus últimos tiempos de romanticismo al que los americanos le iban a dar la puntilla en la edición siguiente.

Pero volvamos a 1989 y al último día al que los europeos llegaron con ventaja, algo que ya se estaba convirtiendo en una costumbre. Las cosas no empezaron bien el domingo con derrotas en los dos primeros partidos, especialmente dolorosa la de Seve ante Azinger, antesala de lo que sucedería dos años después, pero se equilibró la balanza con dos victorias, muy buena la de José María Olazábal ante Payne Stewart, y llegamos al momento cumbre en el green del 18 con el putt de José María Cañizares para derrotar a Ken Green y asegurar la Ryder para Europa pues el empate valía para ello. Cañi consiguió meter su putt en bajada desencadenando unas escenas de júbilo que me hicieron comprender cuán grande era aquella competición. Pero una vez pasados los primeros sofocos, y después de que el Concorde sobrevolase Belfry, dos jugadores dejaron los festejos pues no se conformaban con el empate, sino que querían más. Eran Seve y Txema, que sólo iban a sentirse ganadores si efectivamente se ganaba.

Pero por mucho que animaron ninguno de los cuatro partidos finales se decantó del lado de Europa y eso provocó que en Seve y en Txema persistiese una sensación de decepción que les impidió celebrar la victoria con sus compañeros. Precisamente a esa fiesta nos invito Ángel Gallardo. Allí estuvimos Raúl Andreu, Nuria Pastor, Jesús Ruiz y un servidor y todos tuvimos la sensación de estar viviendo algo especial, pero nuestra sorpresa fue mayúscula cuando en mitad de la fiesta asomó por la puerta del salón la cabeza de Payne Stewart y pidió permiso para unirse a la fiesta que rápidamente le fue concedido. Pidió unos minutos y de repente se presentó con su bolsa de armónicas, un instrumento que dominaba como nadie, y enseguida se montó un remedo de big band con el americano con la armónica, Christy O´Connor Jr, con las cucharas, un afamado pianista de jazz inglés y nos ofrecieron un concierto absolutamente increíble que todavía hoy no he olvidado. Ese, aunque yo no lo sabía, iba a ser el último momento de buen rollito en la Ryder durante muchos años. Pero de eso hablaremos mañana.

Javier Pinedo es la voz del golf en nuestro país. Este periodista especializado atesora un currículum inigualable y lleva en el «zurrón» innumerables majors, Ryder Cups y competiciones de primer nivel. Gracias a su experiencia y conocimientos, se ha convertido en una referencia ineludible tanto en las retransmisiones televisivas de Canal+ Golf como en su columna mensual en la revista Golf Digest. Esta semana Javier Pinedo nos acompañará con una serie de columnas acerca de sus recuerdos asociados a la Ryder Cup.

2 comentarios a “1989, la última Ryder romántica”

  1. El 24 de septiembre de 2014 Marcos Sobrón ha dicho:

    Todos los integrantes de esa Ryder y algunos más fueron los ídolos de mi juventud. Fue la última gran Ryder Cup que representaba el gran duelo entre caballeros jugadores de golf. Esa sensación no la volví a tener jamás.
    Eran equipos conformados por grandísimos jugadores y su espíritu se podía sentir a través del televisor.
    Seve fue el alma y Chema fue la joven excelencia, formando un dúo irrepetible en la historia del golf. Y Cañi , el green Cañi fue el orgullo. Eso era golf.
    Gran artículo, Javier.

  2. El 25 de septiembre de 2014 Jarvis_Co ha dicho:

    Gran articulo Javier! Que bueno eres contando este tipo de historias.

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